domingo, noviembre 23, 2014

Crónica de un viaje con encanto. 'Riti di jaima'

*Fuente: Bubisher
El lunes 10 de noviembre salí muy temprano de casa al aeropuerto de Madrid. Viajaba para participar en la primera presentación que se iba a hacer de Ritos de jaima en Italia. El libro ha sido traducido por Giulia Maltese y editado por Rayuela Edizioni. Una editorial pequeña, pero magnífica, que lucha en desigual batalla contra gigantes como Mondadori. Es pequeña y sin recursos pero su apuesta es audaz y va contracorriente. Apuesta y mucho por la poesía. Y por grandes poetas latinoamericanos como el nicaragüense, Ernesto Cardenal o el argentino, Juan Gelman, entre otros. Ahora su editor Milton Fernández, quiere apostar y fuerte por la literatura saharaui para darle voz en Italia, donde es una gran desconocida. Ritos de jaima sólo es el primero, seguro que vendrá más. Ese es su compromiso.
Para viajar con Ryanair hay que estar en el aeropuerto no dos o tres horas, sino dos o tres días antes. Porque con esa compañía uno nunca sabe con qué sorpresa se va a encontrar. Puedes quedarte sin una plaza, -¿irte de pie?-, o no viajar aunque hayas pagado el billete. Incluso pagar dos veces por el mismo billete. O pagar más por el equipaje que por el billete.  Cosas así siempre pueden ocurrir si vuelas con ellos. Es el terror de los despistados, yo entre ellos. Tomadas todas las precauciones: superado el laberinto de la reserva, recordada, siete días después, la impresión de la Tarjeta de Embarque, preparado el bocadillo, el agua, el pasaporte, la residencia, las huellas dactilares y el alma, me puse en marcha.
En el aeropuerto me coloqué en la cola de los No Ciudadanos de la Unión Europea. Allí me estamparon un sello equivalente a una Visa. Delante de mi estaban  dos mujeres dominicanas que habían llegado ¡pobres incautas! sin sus tarjetas de embarque imprimidas. Mil argumentos dieron, mil protestas, enfados, mil súplicas, pero la empleada rayanairesa seguía impertérrita y solo les informó  de que cada una de ellas tenía que pagar 45 euros por una copia o quedarían en tierra. ¡Cuarenta y cinco euros! Esa tarjeta de embarque debe figurar en el Record de los Guinness, porque no conozco ninguna más cara en el mundo. Después de varios minutos a las dos señoras les torcieron el pescuezo del bolsillo y cada una tuvo que embolsar la cantidad referida. Low Cost al precio de Lacoste. Tremendo.
Los que trajimos todo en regla, nos cobraron el peaje de la incertidumbre y el susto de que nos podían salir con cualquier historia. Menos mal que la mañana otoñal lucía un sol espléndido y de ella se podía disfrutar a través de los enormes ventanales del aeropuerto.
El reverso de la mañana otoñal de Madrid estaba en el cielo de Bolonia, nublado, gris, igual que la ciudad donde aterrizamos y estaba vestida toda  de lluvia, frío y oscuridad. Todavía no era la seis de la tarde y parecía las once de la noche.
Pero allí estaba esperándome en el aeropuerto la intrépida Giulia Maltese, buena traductora, y mejor persona. Fuimos en autobús, la lluvia y el viento seguían sin dar tregua. Las noticias hablaban de media Italia bañada en aguas.
De Bolonia fuimos en tren a Forlí, en hora punta, y los vagones estaban repletos de gente. En el trayecto, Giulia se disculpaba porque no tenía coche para recogerme, y porque el viaje duraba cincuenta minutos en tren desde Bolonia a Forlí y lo hicimos de pie. Me enternecían sus disculpas. Él que tenía que disculparse era yo, como saharaui es mi obligación, y ella no era más que una persona generosa que en medio de la lluvia dejaba la comodidad de su piso, gastaba su tiempo y dinero para ir a recogerme en el aeropuerto. Cuando podía estar haciendo cualquier otra cosa. Cincuenta minutos pasaron sin darnos cuenta hablando del Sahara, del Bubisher y de las actividades que nos esperaban.
En la estación de Forlí nos recogió la profesora Gloria Bazzocchi, a la que ya conocía de un viaje que hicimos hace un par de años Gonzalo Moure, Bahia Awah, y yo. En aquella ocasión nos había invitado para hablar de la literatura saharaui. La profesora Gloria Bazzocchi está cada vez más comprometida con la difusión y traducción de la literatura saharaui, con la poesía y con la causa saharaui.
Nada mejor para zafarnos del cansancio del viaje que una buena pizza italiana, aderezada con una agradable charla con dos mujeres simpáticas y generosas.
Al día siguiente  compartí una magnifica conferencia “Memoria y cultura saharaui” con los alumnos de la profesora Bazzocchi.  Dos horas fueron más que suficientes para abordar la temática saharaui desde todas las vertientes: histórica, política, social, etc. Salió a relucir el tema del muro de la vergüenza. Porque en Berlín acababan de celebrar el 25 aniversario de la caída del Muro que  partía la ciudad en dos. Mientras comentábamos la noticia en clase , hablábamos del muro del  Sahara del que nada se decía. Al respecto, me contó un amigo que ha estado en Berlín que hay un mural donde se informa sobre los otros muros que siguen en pie. Allí está el que ha construido Israel en tierra Palestina, el de Estados Unidos, el de  las dos Coreas, el de Ceuta y Melilla. Están todos. Todos, menos el del Sáhara, uno de los más largos, más militarizados y más letales del mundo.
“-¿Por qué será que hay muros tan altisonantes y muros tan mudos? ¿Será por los muros de la incomunicación que los grandes medios de comunicación construyen cada día?” Se pregunta Eduardo Galeano en su artículo Muros.
Cuánto ruido mediático celebrando el 25 aniversario de la Caída del muro de Berlín,- Qué terrible silencio sigue cubriendo el muro del Sahara. Cuánta razón tiene Galeano.

Limam Boisha

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